Desde las culturas antiguas como la griega, las personas descubrieron que la consciencia de sí mismos les brindaba acceso a una vida con bienestar, la frase “conócete a ti mismo”, inscrita en el Templo de Apolo da cuenta de ello. Conocernos a nosotros mismos implica entender cómo reaccionamos, qué es lo que nos motiva, por qué algunas situaciones nos hacen sentir mal y por qué otras nos agradan, es decir que conocernos implica desarrollar nuestra inteligencia emocional.
Pero ¿qué es una emoción?
Según Rafael Bisquerra (2003) una emoción es un estado complejo del organismo caracterizado por una excitación o perturbación que predispone a una respuesta organizada. Las emociones se generan como respuesta a un acontecimiento externo o interno. Los acontecimientos internos son nuestros pensamientos, así pues, aquellos que imaginamos, las frases que nos decimos a nosotros mismos y en general las palabras que elegimos como parte de nuestros pensamientos nos generan estados emocionales y provocan respuestas complejas en nuestro organismo, como la aceleración del ritmo cardiaco, sudoración, llanto, rigidez muscular, y variaciones en los niveles de los neurotransmisores en el cerebro, esto se conoce como el primer componente o componente neurofisiológico y primitivo de nuestras emociones.
El componente fisiológico de las emociones son respuestas involuntarias, que una vez que se han generado será difícil que podamos controlar, sin embargo, es posible darnos cuenta del momento en que comenzamos a sentir esas reacciones fisiológicas, de hecho, si nos conocemos bien es posible anticipar cómo podríamos reaccionar ante ciertas circunstancias antes de que sucedan, y así prevenir las posibles reacciones no adecuadas.
Ahora bien, no se trata de inhibir nuestras reacciones, sino de identificarlas y expresarlas en forma que no nos afecten o afecten a quienes nos rodean, y es justamente en este punto donde entra en juego el segundo componente de las emociones, el componente cognitivo que es la vivencia subjetiva, es decir lo que ese suceso significa en nuestra vida, a eso se le denomina sentimiento. Sentimos miedo, angustia, enojo, tristeza, alegría y muchos otros estados de ánimo, algunos con múltiples componentes como la melancolía, la frustración, etc.
Con base en la propuesta de Bisquerra (2013) podemos identificar tres pasos, que pueden suceder de manera casi simultánea, para identificar nuestras emociones, conocer nuestras reacciones y regularlas, es decir para mejorar nuestra inteligencia emocional
Conciencia Emocional:
La toma de conciencia de las propias emociones es la capacidad para percibir con precisión los propios sentimientos y emociones, esto incluye la posibilidad de estar experimentando emociones múltiples. La capacidad para tomar conciencia de las propias emociones y de las emociones de los demás, incluye la habilidad para captar el clima emocional de un contexto determinado.
Dar nombre a las propias emociones:
Es una síntesis de los pasos anteriores, es la capacidad para manejar las emociones de forma apropiada. Supone tomar conciencia de la relación entre emoción, cognición y comportamiento, tener buenas estrategias de afrontamiento y habilidades para autogenéranos emociones positivas, etc.
Regulación emocional:
Aquí entra en juego nuestra habilidad para habilidad para utilizar el vocabulario del que disponemos, para etiquetar las propias emociones, es decir para reconocerlas y nombrarlas. Es por eso por lo que entre más extenso sea nuestro conocimiento y nuestro vocabulario podremos nombrar y comprender mejor nuestras emociones. Esto nos llevará a identificar estados emocionales o sentimientos, pues tal como reconozcamos las emociones y nos expliquemos a nosotros mismos lo sucedido, es decir la manera en cómo interpretemos y damos sentido a las emociones nos llevará a buscar lo que necesitamos para usar esos estados emocionales en beneficio de nuestro bienestar personal.